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El jardín de las obsesiones de Joyce Carol Oates
Citlalmina Guadarrama comment 0 Comentarios

Han sido tantos los escritores inscritos en la categoría de eterno candidato al Nobel que ha empezado a perder algo de encanto. Desde hace unos años los que ruegan porque “por fin lo gane” ya nunca se refieren al mismo autor. Dentro de todas las recomendaciones que llueven en estos días de Nobel destaca el nombre de una de las miradas más profundas de la literatura estadounidense, Joyce Carol Oates.

Nacida en Lockport, Nueva York, es una de las escritoras contemporáneas más prolíficas con una inmensa lista de novelas, libros de cuentos y ensayos. Tiene una pericia extraordinaria para desarrollar entre otros talentos la narrativa de misterio. Ya sean relatos breves o novelas de largo aliento, Oates sorprende con historias penetrantes e intensas dignas de ser llamadas hitchcockianas.

Las letras de Oates están plagadas de un solo ingrediente, la obsesión, en cuyas garras ella y nosotros caemos en el momento menos imaginado. Sus obsesiones sumergen al lector en una oscuridad de desolación donde se encuentra con diferentes entes. Las mujeres, por ejemplo, son heroínas trágicas que se muestran como seres decididos cuyas acciones avanzan sufriendo consecuencias a las que no siempre se atuvieron desde un primer momento. Adicionalmente, las madres de las protagonistas, funcionan como una problemática más dentro de la trama. Las mujeres dentro de su ficción deben lidiar con sus madres.

Pero ellas luchan además con otra fuerza todavía mayor. “Las mujeres que se lanzaban estaban desesperadas porque eran mujeres. Era como un defecto de nacimiento: ser mujer. Los suicidios femeninos eran más dignos de lástima que de condena, como los condenaba la Iglesia.” Estas brutales palabras extraídas de Niágara (Lumen, 2005) muestran ese inexorable pensamiento en el que caen muchos personajes en las novelas y cuentos. Ese suicidio al que se alude principalmente mediante el ahogamiento; lanzarse a algún río, en especial el Niágara, representa una vía de escape a una vida en la que siempre se está atrapado, desolado. Pero esta misma muerte debe honrar esa prisión de vida, es por eso que el perder la respiración en las aguas es el método preferido.

A su vez, dentro de su obra encontramos sus trabajos bajo seudónimos para algunos relatos de misterio. Además hizo real esa parte de la vida ficcionalizándola en Rey de picas (Alfaguara, 2017), donde muestra ser toda una maestra del suspense al retratar esas sombras de sus fijaciones, inclusive desde los ojos de un protagonista diferente a los personajes masculinos que abundan en sus relatos. Quienes aparecen como figuras impactantes que en muchas ocasiones deciden el curso de la vida de las mujeres sin estar por completo presentes en ella, son personajes fugaces que alteran la realidad de las “heroínas” y se apartan. Este escritor con seudónimo también se mantiene pasivo y es precisamente el seudónimo el que funge como autor intelectual del propio argumento. Tal vez se trate de una presencia en tercer grado de ese otro fetiche por las múltiples personalidades.

Los ambientes creados por Joyce Carol Oates inmediatamente envuelven en una melancolía profunda de la que no siempre se conoce la razón. Es un tipo de pasión que nos consume poco a poco, hasta un punto en el que no queda más que confesarla porque no quedan ya páginas.

cuento literatura thriller

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