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El (simple) arte de Raymond Chandler
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AUDEN VS CHANDLER

La crítica literaria en ocasiones parece resolver el problema de los géneros con la intervención de una celebridad que escribe sobre el tema. En el caso de la novela policiaca, W.H. Auden, el prestigioso poeta británico, escribió un ensayo en donde confesó la fascinación que ejercían sobre él las novelas del género: El vicariato culpable. Notas sobre la novela policiaca por un adicto. En ese ensayo, además de diseccionar su adicción (se declaraba culpable de no cumplir con sus deberes con tal de terminar un relato de detectives), dejaba muy en claro que este tipo de narrativa nada tenía que ver con el arte. Su análisis crítico de los elementos esenciales del género incluía el medio ambiente en el que se desarrollan los relatos policiacos y, justamente, al abordar este tema se detenía especialmente en un escritor norteamericano: Raymond Chandler.

Auden utilizaba la metáfora de la vicaría (el lugar donde se comete un crimen) con relación al detective story, el relato policiaco clásico, básicamente británico, cultivado destacadamente por Agatha Christie, Freeman Wills Crofts y Dorothy L. Sayers. Por su parte, Raymond Chandler abominaba este tipo de relato, como bien dejó asentado con lucidez y causticidad en El simple arte de matar, su espléndido artículo que contiene la nueva propuesta para el género que él concretaría a partir de El sueño eterno. En ese texto, a diferencia de Auden, sí vislumbraba una confluencia de la novela policiaca con el arte.

He aquí lo que escribe Auden sobre el novelista norteamericano:

“El señor Raymond Chandler ha escrito que intenta sacar el cadáver del jardín de la vicaría, para devolver el asesinato a quienes lo hacen bien. Si su propósito es escribir novela policiaca, es decir, historias en las que el interés principal del lector es saber quién lo hizo, no podría estar más equivocado, pues en una sociedad de criminales profesionales, los únicos motivos posibles para desear la identificación del asesino son el chantaje o la venganza, los cuales se aplican a individuos y no al grupo como un todo, y que igual de bien pueden inspirar un asesinato. De hecho, no importa lo que diga, pienso que el señor Chandler no está interesado en escribir novela policiaca, sino estudios serios del medio criminal, sobre el Lugar Grande e Inicuo, y no han de leerse y juzgarse sus poderosos aunque sumamente deprimentes libros como literatura escapista y sí como obras de arte”.

El ensayo del poeta Auden fue publicado en Harper´s Magazine, el mes de mayo de 1948. La reacción de Chandler fue inmediata, pero privada. Está contenida en su carta a Frederick Lewis Allen, y se conoció hasta 1962, en el libro Raymond Chandler Speaking. Este es un fragmento de dicha misiva:

“El trabajo de Auden sobre la novela policial es brillante de una manera fría típicamente clásica. ¿Pero por qué envolverme a mí? Yo no soy más que un tipo que agarró unas novelitas, les dio forma de libro y les encajo unas solapas. ¿Qué cuernos me va a importar a mí la novela de detectives como forma? Todo lo que yo ando buscando es una excusa para hacer ciertos experimentos en el diálogo dramático.

“Heme aquí desarrollando una novela con Philip Marlowe y divirtiéndome un poco (hasta que me quedé varado) y se aparece este fulano Auden a hacerme saber que a mí interesa escribir estudios serios de un ambiente criminal. De modo que ahora observo cada cosa que escribo y me digo a mí mismo: A no olvidarse, viejito, éste tiene que ser un estudio serio de un ambiente criminal. ¿Se me está tomando el pelo? No. ¿Es éste un ambiente criminal? No, sólo vida corrupta, vulgar y silvestre con un énfasis muy fuerte en el costado melodramático, no porque a mí me enloquezca el melodrama por sí mismo sino porque soy lo suficientemente realista para conocer las reglas del juego”.

¿ARTISTA?

¿Hizo o no arte el novelista norteamericano? ¿Tiene sentido hoy, 2014, hacerse esta pregunta? Resulta útil para este fin recurrir a la conclusión a la que llega Frank MacShane, un biógrafo relevante de Raymond Chandler, quien escribe:

“Chandler era un escritor naturalmente dotado y fluido, pero durante casi 50 años no pudo encontrar el medio apropiado para él. (Escribió El sueño eterno precisamente cuando tenía medio siglo de edad). Sufrió continuos desengaños y frustraciones y, siendo de carácter sensible, se volvió huraño e introvertido. Cuando por fin empezó a escribir relatos para las revistas de pulp y publicó sus propias novelas, armonizó los aspectos opuestos de su naturaleza y creó algo extraordinariamente vital y original… Su visión de Norteamérica es cada vez más acertada, aunque poca gente hubiera adivinado hace 25 años (el libro de MacShane se publicó en 1976) la importancia de su obra en la actualidad. Fue un profeta de la Norteamérica moderna; empleando la tradición literaria europea escribió sobre un mundo que le deleitaba y repelía al mismo tiempo. No generalizó ni teorizó. Se limitó a fiarse de sus impulsos, y como Chaucer o Dickens escribió sobre la gente, los lugares y las cosas que veía con sarcasmo, pero también con amor. Esto ha hecho de él uno de los escritores más importantes de su época, así como uno de los más amenos”.

SOBRE BEST-SELLERS

Chandler emitía sus opiniones críticas sin concesión alguna y dedicó mucho tiempo a escribir sobre el negocio de los libros. En El simple arte de matar encontramos esta ilustrativa definición de los best-sellers:

“Trabajos de promoción basados en una especie de explotación indirecta del esnobismo, cuidadosamente escoltados por la focas adiestradas de la fraternidad crítica, y cuidados y regados con amor por ciertos grupos de presión demasiado poderosos, cuyo negocio consiste en vender libros, aunque prefieren que uno crea que están estimulando la cultura”.

NI EINSTEIN PODRÍA…

Al comentar la escandalosa avalancha de títulos publicados del género detectivesco, Chandler escribe, también en El simple arte de matar:

“Ni siquiera Einstein podría ir muy lejos si todos los años se publicasen 300 tratados de física superior y varios millares de otros que, en una u otra forma, rondaran por ahí en excelentes condiciones, y además se los leyera”.

MEDIOCRIDAD DE LAS OBRAS POLICIALES

En una carta al también escritor policiaco Hillary Waugh, Chandler explica:

“No discuto que un gran número de obras policiales son mediocres, pero gran número de libros de cualquier género son mediocres, si el patrón se pone alto. Pero no admitamos el punto de vista de que las obras de misterio las escriben mercenarios. El peor de nosotros derrama su sangre en cada capítulo. El mejor empieza de cero con cada nuevo libro. Los mercenarios son gentes que hacen con facilidad algo que ellos saben no vale la pena hacer, pero que lo hacen por plata. A ningún escritor de obras policiales que yo haya conocido se le cruzó jamás por la cabeza que lo que hacía no valía la pena hacerlo; lo único que deseaba era poder hacerlo mejor. Yo tuve la suerte de ser uno de los afortunados y, créame, hace falta suerte…”

ACERCA DE EL SUEÑO ETERNO

Chandler mantuvo una estrecha relación con sus editores, los esposos Knopf. El siguiente es un fragmento de su correspondencia dirigida a Alfred A. Knopf, en torno a su primera novela:

“He visto sólo cuatro reseñas, pero a dos de ellas parecía preocuparles más lo depravado y desagradable que cualquier otra cosa… No es mi intención escribir libros depravados. Tenía conciencia de que esta historieta incluía a algunos ciudadanos un tanto desagradables, pero la ficción que yo escribo fue aprendida en una ruda escuela y probablemente no me llamaron mucho la atención. Me intrigaba más una situación en la que el misterio se develara por medio de la exposición y la comprensión de un único personaje, siempre puesto en evidencia, más que por la lenta y, a menudo, pesada concatenación de circunstancias. Ése es un aspecto que puede no interesar cuando se hace la reseña de una primera novela, pero a mí me interesa enormemente.

El sueño eterno está escrita de manera muy desigual. Hay escenas que están bien, pero hay otras que aún huelen a revista barata. Lo que me gustaría es desarrollar, en la medida de mis posibilidades, el método objetivo –pero lentamente— al punto de ser capaz de transportar al lector a una novela genuinamente dramática, escrita en un estilo vivo y mordaz, pero sin llegar a lo vulgar o excesivamente local. No se me escapa que esto hay que hacerlo con cautela y gradualmente, pero creo que puede hacerse. Adquirir finura sin perder fuerza, ése es el problema”.

EL ESCRITOR EXCELENTE

Escribir su primera novela le llevó a Chandler tres meses, utilizando para ello dos relatos que ya había publicado: “Asesino bajo la lluvia” (1939) y “El Telón” (1936). Estos cuentos “canibalizados” en El sueño eterno forman parte de la nueva edición de esta novela publicada en DeBolsillo Contemporánea. La novela se publicó originalmente en 1939 y tuvo muy buena acogida por parte del público y la crítica (de la primera edición se vendieron 10,000 ejemplares). Los ecos de ese éxito siguen reverberando hasta nuestros días. Así, Julian Symons, crítico y escritor del género, emite el juicio siguiente en su Historia del relato policial:

“Chandler tenía una especial sensibilidad para el sonido y el valor de las palabras, a lo que añadía un ojo muy certero para los lugares, las cosas, la gente y los chascarrillos (esa palabra pasada de moda parece la más adecuada en su caso), que tanto en el tono como en la oportunidad son casi siempre perfectos. ‘¿Le he hecho mucho daño en la cabeza?’, pregunta Philip Marlowe a una rubia en El sueño eterno, después de darle un culatazo. Y ella contesta: ‘Usted y todos los hombres que he conocido’. Es imposible transmitir en una sola cita el instinto casi perfecto de Chandler para el diálogo, que destaca en casi todos sus libros posteriores… Chandler sigue siendo un escritor excelente, un buen crítico de la obra que le gustaba, y un hombre sensible e inteligente. En una de esas cartas suyas que brillan por su ingenio, escribió su epitafio como escritor, con modestia excesiva pero con gran exactitud: ‘Aceptar una forma mediocre y convertirla en algo parecido a la literatura es en sí un éxito… Todo escritor decente que a veces pueda considerarse un artista debería quedar sumido en el olvido para que otro mejor que él pudiera ser recordado’. Lo mejor de la obra de Chandler no corre ningún riesgo de quedar sumido en el olvido”.

SOBRE ADIÓS, MUÑECA

Las vicisitudes de esta segunda novela de Raymond Chandler fueron extremas: la rehízo varias veces, además de que para escribirla “canibalizó” tres relatos publicados con anterioridad: “El hombre que amaba a los perros” (1936), “Busquen a la chica” (1937) y “El jade de mandarín (1937). Estos relatos también se publican ahora en la edición de DeBolsillo Contemporánea, con lo que es posible rastrear el complejo método de recreación que practicaba el novelista. Pero, además, le costó mucho encontrar el título exacto y luego tuvo dificultades para convencer a sus editores de que era el idóneo. “Un buen título tiene magia –sostenía Chandler—, y magia es a mi juicio el ingrediente más valioso de la literatura y el más raro”. Así, la segunda novela del autor, que empezaba a volverse famoso, fue publicada como Farewell, My Lovely (Adiós, muñeca) en agosto de 1940.

La reseña que más le gustó a Chandler fue publicada por el crítico Morton Thompson en el Hollywood Citizen-News. Frank MacShane reproduce en su libro una parte esencial de esa reseña:

“Estoy perfectamente dispuesto a arriesgar la reputación de crítico que puedo tener hoy y pueda tener mañana en el futuro literario de este autor. Chandler escribe con una asombrosa concentración en las tareas del artista. Trata de no perderse jamás un truco. Sus frases, todas ellas, muestran un esfuerzo intenso, un constante mejorar y pulir, una incesante actividad creadora. Su construcción es una paradoja de suavidad y brusquedad de técnica. Tiene buen gusto en el relato, en el drama y en la comedia. Emplea este sentido constantemente y relata su historia lo mejor que puede. Su libro, y él mismo, hacen honor a su profesión. Señor, hace mucho bien ver nuevamente honestidad, esfuerzo y buenos impulsos. No se veían desde hace meses”.

Bibliografía.

El vicariato culpable, W.H. Auden. Incluido en El carácter inglés. Ensayo formal en Inglaterra. Selección, traducción y prólogo de Federico Patán. UNAM. México, 2006.
El simple arte de matar, Raymond Chandler (http: //www librodot.com).
Cartas y escritos inéditos, Raymond Chandler. (Publicado originalmente en inglés como Raymond Chandler Speaking). Prólogo de Dorothy Gardner. Ediciones de la Flor. Buenos Aires, 1976.
La vida de Raymond Chandler, Frank MacShane. Editorial Bruguera. Barcelona, 1977.
Historia del relato policial, Julian Symons. Editorial Brugera. Barcelona, 1982.

Ariel Rosales