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El crimen y castigo de Isaac Bashgevis Singer
César Arístides comment 0 Comentarios

a mis queridos camaradas

del círculo de lectura de PRH

Isaac Bashevis Singer es un narrador excepcional, un contador de historias fascinantes donde prevalecen místicos, bohemios, anacoretas y seductores atormentados por el pecado, el erotismo siniestro y la condenación religiosa. Premio Nobel de Literatura en 1978, sus historias relumbran por su tristeza, por la inútil búsqueda del ser, de la esperanza y del amor entre la niebla; marcadas por la ausencia de expectativas. Con descripciones precisas y atmósferas impecables, habla de la condición humana a través de las vivencias de rabinos, hechiceros, doncellas espectrales, campesinos atormentados por sus dibbuks, amantes defraudadas, suicidas, devotos extraviados en la búsqueda de su Dios, mujeres ahogadas por el odio y el amor…

Poco leído en nuestro país -se valora sólo un frágil puño de sus relatos- y escaso en su difusión, el autor polaco es un creador melancólico, azaroso y memorable. Prueba de ello son Satán en Goray, Sombras sobre el Hudson, Sosha y, sin duda, la más conocida: El mago de Lublin, una de sus obras maestras.

En esta novela, Yasha, un mago mujeriego y de fuerza física notable, recorre los poblados de Polonia con actos de adivinación, magia, escapismo y más, para asombrar  a quienes asisten a sus espectáculos, encabezados por vagos, apostadores, campesinos, ingenuas muchachas de aldea, obreros o abuelas seducidas por su bondad. Personaje festivo y carismático, encantador y bohemio; casado y con conquistas amorosas por todos lados, es acompañado por Magda, asistente que lo ama hasta el delirio al tiempo que soporta con dolor los idilios del mago con mujeres terribles, extrañas, atormentadas.

Novela de profundidad amplia y transparente, inicia con un ritmo lento en donde los sucesos se acomodan cabalmente dentro de lo razonable, incluso lo gracioso y con diversos equívocos, el último tercio es marca implacable de la casa: Yasha debe tomar decisiones radicales para no atormentar más a las mujeres que lo aman: convencido de que debe conseguir una fuerte cantidad de dinero para escapar al extranjero con su amada Emilia, viuda con una hija pequeña, quienes pasan por una situación económica muy difícil, Yasha decide meterse en la casa de un anciano acaudalado a robar para salvar a su amada. La suerte está echada: el mago prepara el asalto. Experto en escapismo, en abrir cajas fuertes y complicadas cerraduras, entra dispuesto a todo en casa del anciano. Siempre con la suerte de su lado, algo ocurre que estropea sus planes y lo obliga a salir violentamente de la residencia, el mago salta desde un segundo piso y se lastima horrible su pierna sin lograr su cometido.

Lastimado y a escasos días de la presentación artística que podría cambiarle la vida, enfrenta maltrecho al empresario que apostó por él y acepta sus enojos. Yasha le pide que no se preocupe y se compromete a salir adelante del enredo. Abatido, se da cuenta que perdió su buena suerte. Magda lo mira consternada y harta, la violencia de su odio vence al sosiego de su amor y toma una decisión que acentuará más la desgracia de Yasha: mata a las mascotas queridas del mago para luego suicidarse.

Isaac Bashevis Singer, elabora sus historias sin pretensiones morales, comparte los matices de la miseria humana, el hundimiento de sus emociones y los helados abismos que reciben a los desdichados, todo en un espejo donde podemos reconocer nuestras quejas, lascivias, temores y resentimientos. Sus hombres mutilados emocionalmente o tocados por la idealización somos nosotros, allí radica parte de su grandeza, al hacer retratos detallados de sus judíos o gentiles no es difícil verse en esos gestos y esas emociones.

A todos sus condenados los acaricia en un momento de su vida un aire místico y una atmósfera de fatalidad insalvable: sus protagonistas perdieron el rumbo, deben beber de sus yerros y ahogarse en sus malas decisiones, sin juzgarlos, el escritor nos permite acercarnos a su amargura y desesperanza, allí encontraremos el espejo de nuestras miserias humanas. Así, el ser humano, avispado, astuto, ambicioso, inteligente, luminoso y capaz de fundar un universo de credos y conductas, de libros sagrados y réplicas piadosas, capaz de despertar deidades, demonios y nutrir una tradición religiosa tan intensa como la judía, es sólo un ser humano tan cercano a la tentación del mal, como perdido en el laberinto en busca del poder superior.

El protagonista de esta novela, acostumbrado a su gozosa vida de errabundo, asume la adversidad y es allí donde la noche más oscura lo envuelve. Derrotado, es también símbolo del hombre común que busca desesperado en todo lo que lo rodea, pero no sabe buscar en su esencia, en sus pensamientos. Su necesidad de poseer a sus amantes encubre a un hombre muy solo, sin paz espiritual ni placer absoluto. El peso que para él representa la tradición judía lo lleva al final –tal vez demasiado tarde- a buscar la verdad en el aislamiento, en la soledad, atendido por su mujer, emblema de la esposa solitaria que aguarda a su hombre, a su compañero, al ser que nunca deja de ser un niño caprichoso, tierno, malogrado.

Discípulo de Dostoievski –el guiño a Crimen y castigo aunque evidente es muy afortunado-, espejo de Heinrich Böll -particularmente en Opiniones de un payaso-, Isaac Bashevis Singer logra la trascendencia literaria porque, a la manera de Crimen y castigo, el autor polaco ofrece los aspectos de una vida implacable donde al primer acto de fracaso enciende la hojarasca de la perdición. Un mal deriva en otro, a Yasha se le termina la suerte, se lastima y abandona su carrera, pierde el amor de sus amantes, termina en una celda sin puertas donde sólo puede ver retazos de la vida a través de un ventanuco miserable.

En Opiniones de un payaso, el antihéroe es un músico al que abandona su mujer, tiene un accidente que le impide caminar y, caído en desgracia, acepta su derrumbe y canta a las afueras de una estación de trenes para ganarse la vida. Yasha también es este miserable, su amor loco lo llevó al intento de robo, con su caída desde el segundo piso nace el castigo, inician sus desventuras. ¿No le ocurre algo similar al profesor de la novela Desgracia de Coetzee?: un hombre apuesto, seductor de prostitutas hermosas, mujeres maduras y estudiantes encantadoras; hasta que surge el castigo de sus audacias veleidosas y debe dejarlo todo para refugiarse con su hija y llegar al climax de la desdicha cuando ella es violada y él quemado en el rostro; sin piedad, el escritor sudafricano lo coloca en un acto miserable de sexualidad con una poco agraciada cuidadora de perros. Al parecer el destino está trazado. Pero no. Así es la vida. Sí. Así de implacable, sórdida, perra, podrida, puta y miserable para algunas almas sensibles y seres con mala sombra, como la mayoría de la humanidad.

Ofrecer personajes tan profundamente humanos es lo que hace notable a Isaac Bashevis Singer, nos acerca tanto su dolor, su indecisión, su indefensión, sus rituales y sus anhelos, que vistos desde nuestra distancia nos permite saber que van directo al abismo, a veces son conscientes de ello, pero no se retractan, allá van, atenazados a los sueños y a los deseos, tercos, obstinados, ingenuos, abrasados por diversas pasiones. No les importa a sus personajes la derrota –en su espléndida novela, Escoria, una vez culminada la tragedia del personaje dice algo así: “Esto ya lo había soñado…”-, luchan por su Dios, se entregan a su amante, traicionan a la mujer que los ama y con ellos se condenan a una soledad insalvable, pagan con el suicidio la osadía de amar, son capaces del castigo eterno y el hundimiento existencial si no logran aliviar la queja del ser querido.

Así como en sus relatos, las novelas de este escritor polaco son un recuento intenso del mundo judío, y ese contexto, con sus tradiciones religiosas, sus demonios sueltos, sus nexos con la Torá, la relevancia de filacterias, el Talmud, los rituales de los baños sagrados, son también esencia y símbolo de todas las religiones que el hombre sostiene para alcanzar la verdad, o quizá mejor: para no llegar al final oscuro de sus días; derrotados, con la amargura en sus panes, en sus libros sagrados, con el beso frio pero apasionado a la soledad profunda.


El mago de Lublin de Isaac Bashevis Singer

Traducción de Luis Buelta

Debolsillo, México, 2018, 290 páginas.

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